27 may 2010

Una simple carta de amor...

UNA SIMPLE CARTA DE AMOR.
Por Gonzalo Perera |*|





No siempre el amor es galante, de dos seres que se buscan para brindarse su afecto. El amor tiene mil formas y múltiples destinatarios posibles. Pese a ello, cuando se dice "carta de amor", siempre se piensa en una persona expresando su amor a otra.
Esta es una carta de amor, pero no galante. Es una carta de amor, pero no tiene por destino una persona. En todo caso una entidad más abstracta, una comunidad o, si es menester personalizar, sus destinatarios son muchos millones de personas. Creo que, lamentablemente, algunas broncas y heridas recientes hacen que no seamos muchos los que sentimos hoy el amor que quiero expresar. Por eso mismo siento que es mi más radical deber escribirla. Porque cuando los afectos desbordan, una expresión más quizás sea prescindible. Pero cuando los afectos se debilitan, cuando hay que reconstruirlos, cuando hay que invocar a lo mejor de las memorias y sueños compartidos para volver a sentirse juntos, el amor debe hacerse militante e intentar impregnar, difundirse y ser recreado.


25 de mayo de 2010. Es el bicentenario de una etapa crucial en el proceso revolucionario de comienzos del siglo XIX. Que si bien fue precedido por otros episodios libertadores (entre otros, la independencia de Haití), marcaría un gran peldaño hacia la emancipación de las potencias coloniales. Tarea aún incompleta, pero que adquiriera doscientos años atrás un empuje que aún hoy conmueve.
Pero es también la celebración de los 200 años del nacimiento de una comunidad: el pueblo argentino. Y es al pueblo argentino al que le quiero expresar en algunas torpes palabras, el gran amor que me despierta, sin ninguna vergüenza de llamar las cosas por su nombre y hablar de amor. Que por alguna extraña patología social, podemos ser muy explícitos para hablar de dinero o para expresar rencores, mezquindades, recelos, pero nos autocensuramos para expresar nuestros afectos, por un ridículo miedo al ridículo.


Amo al pueblo argentino de don Atahualpa Yupanqui y de la "Negra" Sosa. Con serena y firme expresión de rebeldía, amor a la naturaleza, al terruño, al hermano sencillo y de andar a pie. El pueblo de Astor Piazzolla, Aníbal Troilo, Edmundo Rivero y el "Polaco" Goyeneche. Tango con swing y academia, tango con arrabal y estaño, tango al fin. El pueblo del maestro Pugliese, con una rosa roja como su corazón comunista sobre el piano latiendo en "La Yumba". Haciendo de su orquesta una cooperativa, porque la revolución empieza en el propio trabajo, en la propia casa, en la propia vida.


Amo al pueblo argentino de Julio Cortázar, Bioy Casares, Sábato, Julio Cortázar, Juan Gelman. Y el de Rodolfo Walsh, acribillado por las balas dictatoriales tras distribuir un memorable panfleto denunciando en pleno Buenos Aires el horror de la represión militar. El de Quino y Fontanarrosa, el humor hecho observación fina, ternura, reflejo del ser cotidiano y fascinante manifestación de la inteligencia.


Amo al pueblo argentino con vocación latinoamericanista. El que alumbró al Che, el ser humano real, no el mito, el que acertó y se equivocó, siempre desde una fuerza de voluntad y férrea firmeza en sus convicciones. El entrañable "Fuser" de Alberto Granado, adoptado como hijo propio por Cuba para devenir definitivamente universal. El de Adolfo Pérez Esquivel y su valiente lucha por los derechos humanos, por todos los derechos humanos. El de Hebe de Bonafini y las madres de pañuelo blanco que desafiaban todas las semanas al caballo y a la bestia que se les tiraba encima, con ese coraje inverosímil, que sólo una madre puede albergar. Y que hoy siguen trabajando por los derechos humanos, por todos ellos: por la vivienda, la salud, la educación, etc.


Amo al pueblo argentino de Diego Armando, el duende de la pelota, el que no me interesa comparar con Pelé porque jamás comparé a Renoir con Van Gogh. Los genios no se comparan, se gozan. Y nunca vi dentro de una cancha de fútbol una presencia más vivaz, más pícara, más creativa y también más corajuda que la del enorme aunque petiso número 10 argentino. Amo el pueblo argentino que espera ver a Messi deslumbrar Sudáfrica, como nueva sabia del inagotable árbol de la pelota hecha arte. Y que a través de su TV pública escuchará los comentarios de los partidos y entrevistas a cargo de Enzo Francescoli. El gran Enzo, idolatrado por los riverplatenses pero respetado por todos los argentinos. Como una enormidad de argentinos escuchan a Jaime, a Rada, a La Vela, a nuestras murgas, como antes lo hicieran con Zitarrosa, o con Julio Sosa. O leyendo a Galeano, a Benedetti, a Onetti. Amo al pueblo argentino que en la voz de Alejandro Apo mezcla la poesía y el fútbol, o en la de Alejandro Dolina la mitología griega con la broma simple y suburbana o con la música del mundo.


Amo muy especialmente al pueblo argentino de León Gieco y su Mundo Alas, donde ha sacado a relucir los verdaderos ángeles musicales, privilegiados talentos artísticos que anidan en los cuerpos de muchachos con diversas discapacidades. El León de siempre, con la sencillez y ternura de siempre, promoviendo como siempre las causas justas.


Amo el pueblo argentino del cura Carlos Mugica, que de cuna acomodada, encontró a Cristo en las villas y en el Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo. Villas donde vivió su Pascua, víctima del terror paraestatal, pero donde aún se guarda su retrato sonriente y juvenil.


Amo el pueblo argentino de Houssay, Milstein, Leloir, Calderón. El del constante empeño de Adrián Paenza por amistar a todos con la Ciencia.


En Argentina aún viven dictadores. En Argentina crecen los Tinelli, los Ricardo Fort, los programas de chimentos pletóricos de muchas modelos que parecen requerir operar el único órgano al que no prestan mayor atención: el cerebro.


Desde la luna a las monedas, todo tiene dos caras. La persona más amada tiene sus defectos, sus malos días, sus pequeñas miserias. No desconozco que Argentina las tiene y vaya si las habrá sufrido, antes que nadie, el propio pueblo argentino.
Pero esto es una carta de amor, no un balance o asiento contable. Por lo que hoy 25 de mayo de 2010, déjenme quedarme con la voz de la negra, los relatos de Fontanarrosa, el coraje de Hebe, la sensibilidad de León y sus ángeles humanos, con algún buen relato de Dolina y con Rayuela. Con Pugliese y con su rosa, con Don Atahualpa y todos sus hermanos.
En sus muchos colores de piel, lenguas y dialectos, con sus múltiples geografías y sonidos, déjenme simplemente proclamar mi amor incondicional al gran pueblo argentino.




|*| Analista y matemático

24 feb 2010

Derecho al Delirio... (Eduardo Galeano) [Extracto]

" (...) Las Naciones Unidas han proclamado extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar.

¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible:



El aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones;

La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;

El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas;

La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar;

Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega;

En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo;

Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas;

Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas;

Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos;

Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas;

La solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo;

La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero;

Nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene;

El mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra;

La comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos;

Nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión;

Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle;

Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos;

La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla;

La policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla;

La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda;

Una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú;

En Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria;

La Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo;

La Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: «Amarás a la naturaleza, de la que formas parte»;

Serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma;

Los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar;

Seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo;

La perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses...

Pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero. "