24 jun 2009

Decálogo para aprobar exámenes

Miren manga de mier...!!! Nos conviene aprobar con estos super consejos!!

Y sino, no quedará otra que poner en práctica lo que la imágen nos sugiere!!! Jajaja!!!

Uvita!!! Aprobanos, por fa!!!



AHÍ VAN...

Diez consejos básicos para aprobar un examen:

Estimule los sentidos: La corteza cerebral está organizada en varias regiones, como son la motora y la sensorial. Hasta hace poco, los científicos creían que cada una de estas áreas ocupaba un espacio acotado -o mapa- para procesar la información proveniente de diferentes partes del cuerpo. Ahora se sabe que tales mapas se modifican con las experiencias personales, así como que las interacciones entre las diferentes áreas se refuerzan a una velocidad sorprendente. Por lo tanto la estimulación de los cinco sentidos favorece a un mayor equilibrio y desarrollo mental.

No trasnoche: Las investigaciones de György Burzsáki, neurólogo de la State University of New Jersey, en EE.UU., señalan que la memoria se consolida o graba después de irnos a la cama. Cuando soñamos, el hipocampo y la corteza cerebral entablan un necesario diálogo. Situado en el sistema límbico, el hipocampo actúa como una central que retiene los recuerdos a corto plazo. Pero para evitar una sobrecarga, la información es codificada por la corteza cerebral, el baúl de nuestros recuerdos. Esta reestructuración de la red neuronal ocurre precisamente durante el sueño, según Buzsáki.

Busque distracción: Dos días antes de un examen, cierre los libros (¿en serio?).El cerebro invierte 48 horas en reelaborar la información y elegir qué parte de ésta quedará retenida en la memoria a largo plazo. Para aprender ¡hay que dormir!

Sin desvelos: Los fármacos para permanecer despierto toda la noche son desaconsejables, ya que alteran el ciclo regular de sueño-vigilia, lo que puede dañar la recuperación de la información estudiada. Algo parecido puede decirse del café: la cafeína estimula la atención cuando se toma por la mañana, pero no diez durante la noche.

El bloqueo es normal: La sensación de olvido en la víspera del examen no debe ser motivo de preocupación.Mientras uno duerme, toda la información memorizada volverá a la mente.w Hay que descansar. ”La memoria es un proceso de catalogación y recatalogación”, comenta Karen Nader, de la McGill University, en Montreal (Canadá). Si está preparando un examen, lo mejor es estudiar a diario; fraccionar los temas y descansar al menos 6 horas después de estar memorizando.

Ojo con el repaso: La memoria se puede formar y reformar. El psicólogo Matthew P. Walker, de la Escuela Médica de Harvard Medical, en Harvard (EE.UU.), comprobó que la mera acción de recordar algo aprendido desestabiliza la memoria, si el proceso es perturbado por una interferencia. Debido a esta vulnerabilidad, el recuerdo puede ser guardado de nuevo, modificado e incluso sustituido. El repaso de lo aprendido modifica, al fin y al cabo, los datos memorizados: si se hace de mala manera, el resultado puede ser “muy deficiente”.

Siempre en positivo: El hecho de afrontar un examen con una actitud positiva estimula la atención y la memoria. No obstante, hay que evitar las emociones fuertes y las desagradables, ya que pueden borrar de la memoria los recuerdos recién adquirios.

Como Aristóteles: Estudie paseando, ya que el ejercicio cotidiano tiene un efecto protector sobre las neuronas. Lo ha demostrado Stan Colcombe, de la Universidad de Illinosis en Urbana. Éste y su equipo ha pasado por un escáner de IRM las cabezas de personas mayores de 55 años y descubrió que el cerebro de las sedentarias tiene menos masa gris que el de las que confesaron hacer deporte.

Coma bien y con moderación. La alimentación del estudiante debe ser rica en ácido omega-3, presente en el pescado, y en vitamina E, que abunda en el germen de trigo y los aceites vegetales.

DESEO NOS SIRVA DE ALGO... CHAMUYIIIIIIIIIIN!!!!

18 jun 2009

La Libertad (Día de la Bandera)

Por fin!! Después de cuatro días y un cuarto, el bendito Youtube se dignó a cargar nuestro videíto!
Para los que no saben, es un video que hicimos para el acto del 20 de Junio, y con Nury nos quedamos tan emocionadas que quisimos subirlo al Youtube, y también acá, para compartirlo con ustedes.

Mi opinión... Me hace felíz!! jajaja
Ya sé que soy re memo, y que me suelen hacer felíz cosas totalmente insignificantes, pero tienen que reconocer que es hermoso!!
Lo que más me gusta es el juego entre la letra y las imágenes, algunos mensajes sutiles y otros no tanto, mezclados con un poco de ironía y ese sentimiento de "libertad" (por no caer en lo vulgar, y ponerle un título basado en ideologías políticas...) que compartimos todos.
Gracias a Nury por tomarse ésto como yo, y porque sé que nunca hubiera quedado así sin su aporte incondicional el viernes a última hora, hasta altas horas.

Y gracias también a mi hermano y mi cuñada por prestarnos la compu y evitarnos el colapso nervioso!! jajajaja

Véanlo, y ahora sí... Comenten porque aplicamos garrotazo!! (Y a la mierda toda la ideología... jajaja)




9 jun 2009

Hernán. (Abelardo Castillo)

Como lo prometido es deuda, dejo otro de Abelardo Castillo.
La verdad es que no conocía a este escritor, y si Benites le agradeció alguna vez a su profesor, como dice, yo le agradezco hoy a él por habermelo "presentado".
Disfruten, y otra vez... Presten atención y léanlo hasta el final... (Y comenten mierdas!! jajajaja)




Hernán.


Me atrevo a contarlo ahora porque ha pasado el tiempo y porque Hernán, lo sé, aunque haya hecho muchas cosas repulsivas en su vida, nunca podrá olvidarse de ella: la ridícula señorita Eugenia, que un día, con la mano en el pecho, abrió grandes los ojos y salió de clase llevándose para siempre su figura lamentable de profesora de literatura que recitaba largamente a Bécquer y, turbada, omitía ciertos párrafos de los clásicos, y en los últimos tiempos miraba de soslayo a Hernán.
Quiero contarlo ahora, de pronto me dio miedo olvidar esta historia. Pero si yo la olvido nadie podrá recordarla, y es necesario que alguien la recuerde; Hernán, que entre el montón de porquerías hechas en tu vida haya siempre un sitio para ésta de hace mucho, de cuando tenías dieciocho años y eras el alumno más brillante de tu división, el que podía demostrar el Teorema de Pitágoras sin haber mirado el libro o ridiculizar a los pobres diablos como el señor Teodoro o hacerle una canallada brutal a la señorita Eugenia que guardaba violetas aplastadas en las páginas de Rimas y leyendas y olía a alcanfor.
Ella llegó al Colegio Nacional en el último año de mi bachillerato. Entró a clase y desde el principio advertimos aquella cosa extravagante, equívoca, que parecía trascender de sus maneras, de su voz, lo mismo que ese tenue aroma a laurel cuyo origen, fácil de adivinar, era una bolsita colgada sobre su pecho de señorita Eugenia, bajo la blusa. Ella entró en el aula tratando de ocultar, con ademanes extraños, la impresión que le causábamos cuarenta muchachones rígidos, burlonamente rígidos, junto a los bancos, y cualquiera de los cuarenta debía mirar a la altura del hombro para encontrar sus ojos de animalito espantado.
Habló. Dijo algo acerca de que buscaba ser una amiga para nosotros, una amiga mayor, y que la llamáramos señorita Eugenia, simplemente.
Alguien, entonces, en voz alta –lo bastante alta como para que ella bajara los ojos, con un gesto que después me dio lástima–, se asombró mucho de que todavía fuera señorita, yo me asombré mucho de que todavía fuera señorita y los demás rieron, y ella, arreglando nerviosamente los pliegues de su pollera, fue hacia el escritorio. Al levantar los ojos se encontró con todos parados, mirándola. No atinó sino a parpadear y a juntar las manos, como quien espera que le expliquen algo, y cuando torpemente creyó que debía insinuarnos "pueden sentarse", nosotros ya estábamos sentados y ella reparó por primera vez en Hernán. Él se había quedado de pie, tieso, se había quedado de pie él solo. Y en medio del silencio de la clase, dijo:
–Yo –dijo pausadamente– soy Hernán.

Esto fue el primer día. Después pasaron muchos días, y no sé, no recuerdo cómo hizo él para darse cuenta: acaso fue por aquellas miradas furtivas que, al llegar a ciertos párrafos de los clásicos, la señorita Eugenia dirigía hacia su banco, o acaso fue otra cosa.
De todos modos, cuando se lo dijeron ya lo sabía. "Me parece que la vieja...", le dijeron, y Hernán debió fingir un asombro que jamás sintió, puesto que él lo había adivinado desde el comienzo, desde que la vio entrar con sus maneras de pájaro y su cara triste de mujer sola; porque Hernán sabía que ella se inquietaba cuando él, acercándose sin motivo, recitaba la lección en voz baja, íntima, como si la recitara para ella.

–Este Hernán es un degenerado.

Te admiraban, Hernán.

–Pobre vieja, te fijaste: ahora se le da por pintarse.

Porque, de pronto, la señorita Eugenia que leía a Bécquer empezó a pintarse absurdamente los ojos, de un color azulado, y la boca, de pronto comenzó a decir cosas increíbles, cosas vulgares y tremendas acerca de la edad, la edad que cada uno tiene, la de su espíritu, y que ella en el fondo era mucho más juvenil que esas muchachas que andan por ahí, tontamente, con la cabeza loca y lo que es peor –esto lo dijo mirando a Hernán de un modo tan extraño que me dio asco–, lo que es peor, con el corazón vacío.

–A que sí.

Ya no recuerdo con quién fue la apuesta, recuerdo en cambio que pocos días antes del 21 de septiembre surgió, repentina y gratuita, como un lamparón de crueldad.
Y fue aceptada de inmediato, en medio de ese regocijo feroz de los que necesitan embrutecer sus sentimientos a cualquier costo porque después, más adelante, está la vida, que selecciona sólo a los más aptos, a los más fuertes, a los tipos como él, como Hernán, aquel Hernán brillante de dieciocho años que podía demostrar teoremas sin mirar el libro o componer estrofas a la manera de Asunción Silva o apostar que sí, que se atrevería –como realmente se atrevió la tarde en que, apretando como un trofeo aquella cosa, esa especie de escapulario entre los dedos, pasó delante de todos y fue lentamente hacia el pizarrón–, porque los que son como vos, Hernán, nacieron para dañar a los otros, a los que son como la señorita Eugenia.

–A que no.

–Qué apostamos –dijo Hernán, y aseguró que pasaría delante de todos, de los cuarenta, e iría, lentamente, hacia el pizarrón–. Para que aprenda a no ser vieja loca –dijo.
Pero antes de la apuesta habían pasado muchas cosas, y yo ahora necesito recordarlas para que Hernán no las olvide.
Hubo, por ejemplo, lo de las cartas. Siempre supo escribir bien. Desde primer año había venido siendo una suerte de Fénix escolar, fácil, capaz de hacer versos o acumular hipérboles deslumbradoras en un escrito de Historia. Pero aquella primera carta (a la que seguirían otras, ambiguas al principio, luego más precisas, exigentes, hasta que una tarde en el libro que te alcanzó la señorita Eugenia apareció por fin la primera respuesta, escrita con su letra pequeña, redonda, adornada con estrafalarias colitas y círculos sobre la i) fue una obra maestra de maldad.
Yo sé de qué modo, Hernán, con qué prolijo ensañamiento escribiste durante toda una noche aquella primera carta, que yo mismo dejé entre las páginas de las Lecciones de Literatura Americana un segundo antes de que el inequívoco perfume entrase en el aula, ese vaho a laurel cuyo origen era una bolsita blanca, de alcanfor, colgada al cuello de la señorita Eugenia, junto al crucifijo con el que sólo una vez tropezaron unos dedos que no fuesen los de ella.
No respirábamos. Hernán tenía miedo ahora, lo sé, y hasta trató de que ella no tomase el libro.
La mujer, extrañada, levantó el papel que había caído sobre el escritorio, un papel que comenzaba "por favor, lea usted esto", y después de unos segundos se llevó temblando la mano a la cara; pero en los días que siguieron, cuando encontraba sobre el escritorio los papeles doblados en cuatro pliegues, ya no se turbaba, y entonces empezó a decir aquellas insensateces vulgares acerca de la edad, y del amor, hasta que el propio Hernán se asustó un poco. Sí, porque al principio fue como un juego, tortuoso, procaz, pero en algún momento todo se volvió real y, una tarde, estaba hecha la apuesta:

–Delante de todos, en el pizarrón –dijo Hernán.

El Día de los Estudiantes, en el Club Náutico, todos pudieron verlo bailando con la señorita Eugenia. Ella lo miraba. Lo miraba de tal manera que Hernán, aunque por encima de su hombro hizo una mueca significativa a los otros, se sintió molesto.
Tuvo el presentimiento de que todo podía complicarse o, acaso, al oír que ella hablaba de las cosas imposibles ("hay cosas imposibles, Hernán, usted es tan joven que no se da cuenta") pensó que se despreciaba. Pero ese día la apuesta había sido aceptada y uno no podía echarse atrás, aunque tuviera que hacerle una canallada brutal a la señorita Eugenia, que aquella tarde llevaba puesto un inaudito vestido, un jumper, sobre su blusa infaltable de seda blanca.
Por eso, sin pensarlo más, él la invitó a dar un paseo por los astilleros, y los otros, codeándose, vieron cómo la infeliz aquella salía disimuladamente, seguida por su ridículo perfume a alcanfor y seguida por mí, que antes de salir le dije a alguno:

–Prestáme las llaves del coche.

Y me fueron prestadas, con sonrisa cómplice, y cuando yo estaba saliendo, con el estómago revuelto, oí que alguien pronunciaba mi nombre:

–Hernán.

–Qué quieren –pregunté.

Y me dijeron la apuesta, ojo con la apuesta, y yo dije que sí, que me acordaba.
Como me acuerdo de todo lo que ocurrió esa tarde, en los galpones, contra un casco a medio calafatear, y de todo lo que ocurrió al otro día, en el Nacional, cuando ante la admirada perplejidad de cuarenta muchachones yo caminé lentamente hacia el pizarrón apretando entre los dedos esa cosa, esa especie de escapulario, como un trofeo.
Y me acuerdo de la mirada de la señorita Eugenia al entrar en la clase, de sus ojos pintados ridículamente de azul que se abrieron espantados, dolorosos, como de loca, y se clavaron en mí sin comprender, porque ahí, en la pizarra, había quedado colgada, balanceándose todavía, una bolsita blanca de alcanfor.

Querido lobo...

Esa noche el cordero aprendió que no todo es lo que parece. Los lobos no son lobos … y él tampoco era un “vil cordero”

Lobo: ¿Qué te pasa?

Cordero: La vida….

Lobo: Lógico…la vida pasa.

El lobo miró al pequeño y frágil cordero durante algunos segundos entre confundido y asombrado por su respuesta.
Lobo: Corrijo entonces, ¿Qué te aqueja pequeño cordero?

Cordero: Quiero ser lobo…

Dijo el cordero con un dejo de tristeza.

Lobo: ¿Para qué?

Cordero: Para ser libre…

Esta de más decir que, a estas alturas, no existían palabras capaces de describir la expresión de asombro del lobo. Era la primera vez que escuchaba a un cordero confesando aquello, es más, era la primera vez que oía a alguien decir que quería ser lobo. Sin embargo, pensó que lo más prudente seria entender los motivos que habían llevado al cordero a esa situación tan extrema.

Lobo: ¿Libre de que?

Cordero: ¿No es obvio?

Lobo: Sino no estaría preguntando. Es curioso… de todos los males que pudieran aquejarte, este era el más inesperado para mí, pero también el más sorprendente…

Asombro, sólo eso. Y es que el lobo no podía entender como alguien capaz de sonreír con esa dulzura quería transformarse en eso… en lo que él era.

Cordero: Libre de mi vulnerabilidad. Ustedes los lobos no le tienen miedo a nada. Llegan y acaban con su presa como si nada y tienen a otros lobos. Es fácil…

Lobo: No, no es fácil. La verdad es que yo quisiera ser cordero.

Cordero: ¿Cordero? ¿Por qué un lobo habría de querer serlo?

Lobo: Ustedes los corderos tienen miedos, debilidades. Por eso los lobos matamos corderos…por envidia. Tienen quien los proteja. Tienen a los otros corderos que, en vez de juzgarlos los aceptan tal cual son… sin rodeos.

Corderos: Tienen envidia de nuestra vulnerabilidad…

Lobo: No, tenemos envidia de su perfecta imperfección. Querés ser lobo, pero en toda esta conversación te referiste vos mismo como un cordero cuando, en realidad, sos un carnero. Tenés armas para protegerte… pero seguís conservando la dulzura y fragilidad que caracteriza a los corderos….

Había encontrado en el lobo, a un verdadero amigo. Alguien que, más alla de ser diferente compartia sus miedos y defectos... y fue feliz. Libre.

7 jun 2009

Quiero

Me encanta compartir con ustedes ésto!!

Gracias mi amor!! Me mataste de amor dedicándomelo...


Fragmento de CRAVE de Sarah Kane (Ed. Artes del Sur)

A: Quiero dormir a tu lado y hacerte las compras y cargarte las bolsas y decirte cuánto me gusta estar con vos, pero me siguen obligando a hacer estupideces.

M: No soy yo, sos vos.

B: Coger al pedo.

M: Y con la planilla de asistencia.

C: Un plan de seis meses.

A: Y quiero jugar a las escondidas y regalarte mi ropa y decirte cuánto me gustan tus zapatos y sentarme en el borde de la bañadera mientras te bañás y hacerte masajes en el cuello y darte besos en los pies y llevarte de la mano e irme con vos a cenar y que no me importe que comas de mi plato y encontrarme con vos en el Rudy’s y hablar del día y tipiar tus cartas y llevar tus cajas y reírme de tus paranoias y regalarte discos que nunca escucharás y ver películas buenísimas y ver películas malas y quejarme del programa de radio y hacerte fotos mientras dormías y levantarme para prepararte café con tostadas y pancitos y salir con vos a tomar un café al Florent en medio de la noche y dejar que me robes los cigarrillos y que nunca tengas fuego y contarte lo que vi en la tele la otra noche y acompañarte al oculista y no reírme de tus chistes y desearte por la mañana pero dejarte dormir un poco más y mientras darte besos en la espalda y acariciar tu piel y decirte cuánto me gusta tu pelo tus ojos tus labios tu cuello tu pecho tu culo tu...

Y sentarme a fumar en la escalera hasta que vuelva tu vecina y sentarme a fumar en la escalera hasta que vos vuelvas y preocuparme cuando te atrasás y asombrarme cuando te adelantás y regalarte girasoles e ir a tu fiesta y bailar hasta quedar negro y estar triste cuando me equivoque y feliz cuando me perdones y mirar tus fotos y desear haberte conocido desde siempre y sentir tu voz en mis oídos y sentir tu piel contra mi piel y tener mucho miedo cuando te enojes y se ponga un ojo rojo y otro azul y tu pelo hacia la izquierda y una cara de oriental y decirte estás preciosa y abrazarte cuando estés ansiosa y abrazarte más cuando sufras y desearte sólo con olerte y abusarme al tocarte y gemir cuando esté a tu lado y gemir cuando no esté a tu lado y babear sobre tu pecho y envolverte toda la noche y sentir frío cuando me quites la manta y sentir cuando no lo hagas y derretirme cuando sonrías y desintegrarme cuando rías y no entender por qué creés que te estoy rechazando cuando no te estoy rechazando y preguntarme cómo podés pensar que yo sería capaz de rechazarte a vos y preguntarme quién sos pero aceptarte igual y contarte acerca del ángel del árbol del niño del bosque encantado que voló sobre el océano porque te amaba y escribirte poemas y preguntarme por qué no me creés y tener un sentimiento tan profundo que no encuentra palabras y querer comprarte un gatito y sentir celos de él cuando reciba más atención que yo y retenerte en la cama cuando te tengas que ir y llorar como un bebé cuando finalmente te vayas y vaciar los ceniceros y comprarte regalos que no quieras y llevármelos otra vez y pedirte que te cases conmigo y que vos me digas que no otra vez pero continuar pidiéndotelo porque aunque vos creas que no es en serio siempre fue en serio desde la primera vez y deambular por toda la ciudad pensando que sin vos estaba vacía y querer todo lo que querés y pensar que me estoy perdiendo a mí mismo y saber que con vos estoy a salvo y contarte de mí mismo lo peor e intentar darte lo mejor porque vos lo merecés y contestar tus preguntas cuando prefiera no hacerlo y decirte la verdad cuando en realidad no quiera e intentar ser honesto porque sé que vos lo preferís y pensar que todo se acabó pero aferrarme allí durante diez minutos más hasta que me eches de tu vida y te olvides de quién soy e intentar acercarme a vos porque es hermoso aprender a conocerte y el esfuerzo vale la pena y hablarte mal en alemán y peor en hebreo y hacer el amor con vos a las tres de la madrugada y de alguna de alguna de alguna manera comunicarte algo de ese amor abrumador arrasador incondicional omnipresente y sempiterno que enriquece el corazón y libera la mente ese amor eterno y presente que siento que vos...


DATITO EXTRA: Crave se puede ver los sábados a las 23hs., en No Avestruz, Humboldt 1857. Entrada: $ 25.

5 jun 2009

Táctica y estrategia... (Mario Benedetti)

Dejo poema hermoso que me robé de uno de los libros de taller. Te dije que lo subía Nu! Mañana subo también los de Abelardo Castillo.
Disfruten!!


Táctica y estrategia. (Mario Benedetti)

Mi táctica es
mirarte,
aprender como sos,
quererte como sos.
Mi táctica es
hablarte.

Y escucharte.
Construir con palabras
un puente indestructible.

Mi táctica es,
quedarme en tu recuerdo,
no sé cómo ni sé
con qué pretexto,
pero quedarme en vos.

Mi táctica es
ser franco,
y saber que sos franca,
y que no nos vendamos
simulacros,
para que entre los dos
no haya telón,
ni abismos.

Mi estrategia es,
en cambio,
más profunda y más
simple...
Mi estrategia es
que un día cualquiera,
no sé cómo ni sé
con que pretexto,
por fín me necesites.

Pesos pesado

Por Juan Gelman




El maltrato que algunos maestros propinan en clase a niños minusválidos no es exclusividad de un solo país. Pero difícilmente se encontrará alguno donde una docente de 103 kg arroja al suelo a un púber discapacitado de 58 kg, lo pone cara al piso, se le sienta encima durante 15 minutos y al levantarse comprueba que está muerto. Ocurrió en Killen, Texas, en el año 2002. La maestra se llama Dawn Marie Hamilton y la víctima, Cedric Napoleon, 14 años, afroamericano. Toni Price, su madre adoptiva, aún busca justicia. Ante un panel del Congreso testificó en mayo pasado que en el informe de la autopsia de Cedric el médico a cargo señala: “Nunca había visto algo así, excepto en occisos como consecuencia de un accidente automovilístico” (http://www.cbsnews.com/, 19-5-09). Cedric tenía el pecho destrozado. El está muerto, pero la maestra que lo empujó al otro lado sigue teniendo licencia para “enseñar” en Virginia (http://www.patriciaebauer.com/, 20-5-09).

El informe 09-719T de la Oficina General de Contraloría de EE.UU. (GAO, por sus siglas en inglés) da cuenta de “centenares de acusaciones de casos de abusos y muertes” relacionados con casos de alumnos, incluidos minusválidos, castigados física y/o psicológicamente y/o sometidos a encierros prolongados en alguna habitación, tanto en escuelas públicas como privadas (http://www.gao.gov/, 19-5-09). El informe proporciona algunos ejemplos denunciados: un niño de 7 años agonizante porque el personal docente lo forzó a permanecer durante horas boca abajo; otro de 5 que la maestra ató con cuerdas a un par de sillas causándole fracturas de brazos y abundante flujo sanguíneo nasal; uno de 13 que se ahorcó en el cuarto donde lo habían encerrado.

La GAO testimonió ante la Comisión de Educación y Trabajo de la Cámara de Representantes que “informaciones recientes indican que niños vulnerables son objeto de malos tratos... hay casos documentados de alumnos obligados a permanecer inmóviles en el piso durante horas o con las manos atadas o encerrados en un placard o sometidos a otros actos de violencia”. Una niña autista de 4 años, nacida con parálisis cerebral, fue sujetada a una silla por hacer berrinche: necesitaba ir al baño; un niño de 9 con dificultades para aprender sufrió 75 encierros en seis meses por silbar y agitar las manos en clase. Cabe la pregunta: ¿qué tipo de vocación llevó a estos maestros a ejercer la docencia?

El informe 09-719T señala que diversos malos tratos produjeron al menos 200 muertes de alumnos desde 1990. Quién sabe si no más. Sólo en Pennsylvania fallecieron 50 escolares en el 2008 “como resultado de abusos y negligencias”, señaló la secretaria de Salud Pública del estado, Estelle B. Richman (http://www.gantdaily.com/, 4-5-09). Agregó que el mismo año se produjeron unas 25.000 denuncias de malos tratos en las escuelas, “1600 casos más que en 2007”. No es difícil sacar conclusiones sobre la situación en la materia: el total de la población estudiantil de todos los niveles asciende a poco más de dos millones. La proporción de abusados es ciertamente alta.

El Unicef o Fondo de Naciones Unidas para la Infancia emitió en 2005, con base en sus investigaciones, un informe global sobre la violencia contra niños minusválidos en escuelas, instituciones, el sistema penal y en el trabajo (http://www.unicef.org/, 28-7-05). Las conclusiones son escalofriantes: esos niños corren mayores riesgos de maltrato porque se los percibe como “víctimas fáciles”. Es improbable que se investigue o juzgue a los abusadores y éstos presumen que un pequeño con discapacidades intelectuales o psicosociales siempre se mostrará “confuso”. Pueden ser asesinados “porque los padres los consideran la vergüenza de la familia o porque piensan que ‘estarán mejor’ muertos que minusválidos”. A veces se los esteriliza a la fuerza a los 8 o 9 años de edad. El Unicef formula recomendaciones para prevenir tales atropellos, pero las 33 páginas de su informe estremecen.

La Convención sobre los Derechos del Niño es el tratado de derechos humanos de las Naciones Unidas que cuenta con el mayor número de ratificaciones de los Estados Parte. No parece que surta mucho efecto. En el 2006 fallecieron diez millones de menores de 5 años en todo el planeta, es decir, uno cada 3 segundos. Murieron –y mueren– de hambre, de pobreza, de enfermedades curables, discriminados y explotados, sin protección de los gobiernos (www.unicef.org/sowc06, 14-12-06). Son invisibles.

La mitad de los estados de EE.UU. carece de leyes que amparen a la niñez de abusos y malos tratos. El representante demócrata Lynn Woolsey, que formó parte del panel que escuchó el testimonio de Toni Price, preguntó indignado: “¿Acaso necesitamos leyes contra la tortura en las escuelas?” (http://www.chron.com/, 20-5-09). Tal vez.


Extraido de: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-126060-2009-06-04.html

4 jun 2009

Amnesia...

Bue, acá dejo el primer capi de esto que no se bien que será, pero que de a poquito va tomando forma de algo... Y eso es bueno, no?? xD
El nombre es provisorio, aunque tengo la extraña sensación de que va a terminar por gustarme.
Me hubiese gustado subir también dentro de esta misma entrada algo más que tengo escrito, pero todavía no tiene la forma que me gusta, y por eso decidí subir hasta acá. Los que me conocen saben que las cosas me queman demasiado rápido en las manos...
Se los dejo... si quieren opinen, sino, lo charlamos entre mates como siempre. (Bue, o por msn con los que no tengo la suerte... xD)


_____________________


Amnesia.

La piedra rebotó varias veces sobre la superficie del agua, antes de perderse en sus profundidades. Pablo Soria la siguió con la mirada hasta perderla de vista, y respiró hondo unas cuántas veces, sintiendo como el aire frío de la noche raspaba su garganta reseca.
Bajó la mirada hacia sus manos, que iluminadas bajo la tenue luz de la luna, todavía dejaban ver algunas manchas de sangre seca, a pesar de sus intentos por sacarlas de ahí.

No recordaba nada. No era la primera vez que se descubría en algún lugar sin recordar cómo había llegado hasta ahí. En sus 28 años muchas veces había sentido que se perdía de las cosas… Pero nunca había pasado algo como esto.

Se sentó a la orilla del lago, y sonrió, algo cínicamente, al darse cuenta de qué, en realidad, todo significaba una sola cosa. Estaba completamente loco.
Empezó a buscar entre las piedras alguna que sea lo suficientemente plana para efectuar su próximo tiro, mientras intentaba recordar algo, aunque la experiencia le había enseñado que cualquier intento sería en vano.
Sin embargo, siguió esforzándose por conseguirlo.

Había salido temprano en la mañana, en dirección a su aburrido y mal remunerado trabajo. Había parado a comprar café en el Mc Donald´s de la esquina, había comprado el diario del día, y había recorrido las cuadras que lo separaban de la estación del metro entreteniéndose con los chistes de la contratapa.
Todo bien hasta ahí, todo extremada y tediosamente normal.
Se recordó bajando las escaleras del metro, hasta pudo oler el encierro y la humedad que emanaban las paredes y el suelo del lugar. Se vio pagando el boleto y después… nada.

Frunció levemente el ceño, mientras sopesaba en su mano cansada el proyectil elegido. Había pagado el boleto y…

-Mierda…

La sensación de no recordar un instante de su vida había dejado de ser traumática. Estaba cansado y a veces llegaba a sentir impotencia, pero con el tiempo y los reiterados “episodios”, como le gustaba llamarlos a su psiquiatra, había logrado un extraño estado de resignación. Tal vez hasta de acostumbramiento.
Después de todo, su vida era tan rutinaria que no le costaba demasiado rellenar con su imaginación los espacios vacíos.

…Había sacado el boleto, había subido al repleto transporte insultando para sí a los insoportables niños que viajaban al colegio, atiborrados con sus mochilas y libros, había bajado en la misma estación que todos los días y caminado hacia su oficina como de costumbre...

Se detuvo.

Esta vez todo era distinto. Eso es lo que hacía cada día desde hacía más de cinco años, pero esta vez las cosas habían cambiado.
Se había perdido de algo realmente importante. Sólo necesitaba mirar sus manos para corroborarlo.

Lanzó la piedra y la vio rebotar unas tres veces antes de resignarse a perderse entre la suave ondulación del agua helada. Volvió a limpiarse mecánicamente las manos en sus gastados jeans y lentamente se puso de pié.
Pensó en llamar al Dr. Russel, pero algo en su interior se lo prohibió. Al fin y al cabo no sabía lo que había hecho, y la sangre en sus manos no podía significar nada bueno.

Había llegado al lago desesperado, después de despertar en un lugar al que nunca se dirigió, al menos no su parte consciente. Después de respirar profundamente como había aprendido en años de terapia, logró tranquilizarse y así, poder pensar con claridad.
Intentó evaluar todas las posibilidades, por absurdas o terribles que éstas fueran. Decidió entonces empezar por el peor de los casos.

Si había matado a alguien, lo mejor era intentar recordar, volver hacia atrás y empezar a cubrir las huellas.
Después de todo no se consideraba un criminal, y no tenía por qué pagar por algo que no recordaba, y que no era para nada consciente de haber realizado.
Volver, borrar las huellas y seguir con su vida. Punto.
Bueno, tal vez algo más de terapia para que no vuelva a suceder.

Pensó también, en un intento desesperado por infundirse a si mismo un poco de tranquilidad, que la sangre no tenía por qué ser humana, e incluso una parte de sí se afanaba en creer que era suya, a pesar del exhaustivo registro de su propio cuerpo que había realizado minutos antes.
Y, la última posibilidad, si había lastimado a alguien…

Negó con la cabeza, la idea que estuvo a punto de formarse era espantosa, terriblemente sádica. Tanto para él, como para el que sea que ocupaba su lugar cuando él estaba encerrado en algún rincón oscuro y solitario de su propia psiquis.

Si había lastimado a alguien, lo averiguaría, pediría perdón y, en el peor de los casos, se haría responsable. No podía permitirse pensar en borrar ese tipo de huellas.

Volvió a sonreír siendo repentinamente consciente de la velocidad en que su cabeza barajaba hipótesis infundadas. Volvió a respirar profundamente, y se dijo a si mismo que nada lograba sentado allí, y que podría pasarse horas pensando en qué había pasado, consiguiendo así la única certeza de que no lo sabía, y que jamás iría a saberlo.

Pensó entonces en regresar al callejón donde había recuperado la consciencia, entre suciedad, olor a orina y esa insoportable sangre en sus manos y ropa.
Se sacudió inconscientemente la tierra de sus pantalones, y empezó a caminar.