10 ene 2009

Solo...

El sonido del reloj empezaba a alterarme. El incesante tic-tac se metía en mi cabeza, arañando hasta el más oculto de mis nervios.
¿Por qué tuvo que ser así?

-solo...-

Me levanté y caminé con los brazos extendidos en la oscuridad de la habitación, hasta alcanzar el maldito aparato.

Entorné los ojos para poder leer los números... 4:30...

¿Cuánto había pasado - solo - desde la última vez que había dormido bien?
No creía que fuera mucho, pero para mí era demasiado.

Dejé el aparato nuevamente en su lugar, ignorando las ganas de destrozarlo contra la pared. Giré sobre mis pasos y volví a la cama, sabiendo de antemano que hoy tampoco podría dormir.

¿Qué había pasado?

No lo sabía. Los hechos ocurridos en esas últimas semanas giraban en mi cabeza, en medio de una espesa y gris nube de confusión.

Tal vez se debía a lo repentino de los hechos, tal vez sólo al cansancio, al miedo, o, lo que era más probable, a mi cobardía... Sólo otro truco cruel de mi cerebro, esforzándose por no ver la realidad.
Volví a levantarme, era inútil...

Caminé hasta su habitación, la débil luz de la luna llegaba a su rostro en un fino haz plateado que se colaba por la ventana.

Era hermosa...

La arropé un poco más, procurando no despertarla y seguí parado a su lado, apretando con fuerza los barrotes de su cuna.

Solo dos años, y completamente - sola...- indefensa...

Las imágenes de los últimos días se agolparon frente a mi ojos, como antiguas películas proyectadas en la fina pared de mis párpados cerrados...

-Laura en el piso, inconciente...
-La puerta de la sala de urgencias cerrándose en mi cara después de que un grupo de médicos y enfermeros cruzaran con mi mujer, apartándola de mí, de su hija, de su vida tal y como la conocíamos...
-El médico caminando hacia mí, y yo adivinando en su expresión que la noticia no era buena...
Un transplante -me dijo...- De corazón... Y demasiado urgente como para albergar esperanzas...

Abrí los ojos, ya había visto suficiente. Miré el rostro tranquilo y apacible de July, bañado por la luz de la luna... Tenía que hacerlo por ella.

Me estiré para besar la delicada y suave piel de su frente y salí de la habitación. Volví a la cama, sabiendo que la intención ya no era dormirme... Nunca más.

Me senté y encendí el velador. Abrí el último cajón y la saqué. Estaba cargada...

Laura tenía el mismo grupo sanguíneo que yo, y recordando el rostro tranquilo de July en su cuna, no entendía cómo había podido tardar tanto en decidirme.

Sólo tenía que llamar a una ambulancia, apoyar el caño en mi sien, y PAM! Listo, mi luz se apagaba y la de Laura, tan débil ahora, empezaba a cobrar intensidad otra vez.

Y con ella, el futuro de mi hija...

Alcé la mirada hacia el teléfono... Habían dicho que llamarían, pero ese maldito aparato jamás había sonado.

Recordé las veces en que lo descolgaba sólo para comprobar si había línea. Pero claro, eso era cuando aún tenía esperanzas.

En mi cabeza veía al helicóptero bajando sobre la terraza del hospital, y la valija en donde se encontraba la última esperanza de mi mujer siendo llevada por un hombre que bajaba corriendo del vehículo.

Una enfermera joven, inexperta, marcaba mi número, despertándome en la noche, para anunciarme que el transplante había llegado, que Laura se recuperaría, y así terminaría esta maldita pesadilla.

-"¡Tenemos el corazón!" - Decía la enfermera en mi cabeza - "¡Laura va a recuperarse!"

Pero eso sólo pasaba en mi cabeza... En la realidad, el maldito aparato nunca había sonado.

Ahora, en mi cabeza, solo había -soledad...- oscuridad... Y en el medio de esa espesa negrura, la vida de mi mujer desintegrándose más rápidamente de lo que me gustaría creer.

Dejé mi revolver a un lado, sobre el acolchado que ya no volvería a darme calor y caminé hasta el teléfono que ya nunca usaría, no después de esta llamada.

Levanté el auricular y extendí mi dedo índice hacia el teclado...

9... 1 ....

Suspiré... ¿De verdad pensaba hacerle eso a Julieta? ¿Y si el transplante llegaba y todo se solucionaba?

No. Ya había desperdiciado demasiado tiempo y la luz que en algún tiempo fue la radiante vida de Laura seguía apagándose...

... 1 ...

La voz monótona de una grabadora - la misma voz que aquella vez...- empezó a enumerar mis alternativas...

"Marque 1 para urgencias. 2 para consultas. 3 para turnos..."

- O cortá y dejá de pensar estupideces... - Murmuré a aquella irritable voz. Llevé un dedo vacilante a la primer tecla, borroneada por los años de uso.

La voz irritable cesó por fin- Igual que aquella vez...- y dio lugar- Igual que aquella vez...- a un tono de llamada. Esperé.

- Urgencias...

Era un practicante, seguro. La voz nerviosa con un claro tono de "¿Y ahora qué?" lo dejaba en evidencia.

- Soy Juan Pablo Galvez y voy a matarme -Dije, con voz clara y firme, como quién anuncia algo tan banal como que va a llover en los próximos días... – Avenida San Martín 4932.

Colgué, permanecí en silencio, -solo...- todavía con el auricular en mi mano sudorosa. Ya estaba hecho, ahora quedaba sólo un paso más...

Volví a sentarme en la cama, imaginando la ambulancia abandonando el hospital a toda prisa. Perfecto, mientras más se apuraran, mejor sería.

Tomé el revolver con ambas manos y cerré los ojos, mientras llevaba lentamente el arma a mi cabeza. Empecé a ejercer presión con mi dedo índice sobre el inestable gatillo...

- No!

La voz en mi cabeza gritó con tantas fuerzas que por un momento creí que había alguien más en la habitación. Aflojé la tensión en el índice y lo recordé... ¿Cómo podía haberlo olvidado? Bajé el arma y me estiré hasta la mesa de luz. Tomé el papel arrugado que había sabido ser apoyavasos y la lápicera con dibujos de Disney de July.

Escribí, con una irregular pero legible caligrafía, y dejando a un lado el papel, volví a tomar mi arma.

El contacto del frío caño sobre mi sien hizo que me estremezca... Ya estaba todo hecho, no había más excusas a las que recurrir.

Dejé de pensar... Tal vez si me hubiera detenido a hacerlo no hubiese apretado el gatillo...

Caí sobre mi costado, siendo extrañamente todavía conciente de lo que pasaba a mi alrededor.

De July llorando, asustada por el estruendo...

Del teléfono sonando...

Y, por último y prácticamente inaudible para mí, pero no tanto como para que no pueda entenderlo, una enfermera que le anunciaba a mi contestador, con voz jovial y excitada, que el corazón había llegado, y la operación ya estaba en marcha...


Y yo, desesperado por volver, me vi atrapado por completo en una inmensa oscuridad...


- solo...-


Y el papel, salpicado de sangre, dejaba entrever cuatro nerviosas y ahora inútiles palabras...



MI CORAZÓN PARA ELLA